La danza contemporánea se inició nuevamente con el liderazgo del ballet ruso adquirido a finales del siglo XIX: Mihail Fokin dio más importancia a la expresión sobre la técnica; su obra Chopiniana (1907) inauguraría el «ballet atmosférico» –solo danza, sin hilo argumental–. Sergéi Diágilev fue el artífice del gran triunfo de los Ballets Rusos en París, introduciendo la danza en las corrientes de vanguardia: su primer gran éxito lo obtuvo con las Danzas polovtsianas de El Príncipe Igor de Aleksandr Borodin (1909), al que siguieron El pájaro de fuego (1910), Petrushka (1911) y La consagración de la primavera (1913), de Igor Stravinski; por último, Parade (1917) fue un hito dentro de la vanguardia, con música de Erik Satie, coreografía de Léonide Massine, libreto de Jean Cocteau y decorados de Pablo Picasso. En el grupo de Diágilev destacaron los bailarines Vaslav Nijinsky, Anna Pavlova y Tamara Karsavina. Con la Revolución soviética
el ballet ruso pasó a ser un instrumento de propaganda política,
perdiendo gran parte de su creatividad, aunque surgieron grandes
bailarines como Rudolf Nureyev y Mihail Baryshnikov, y se produjeron obras memorables como Romeo y Julieta (1935) y Cenicienta (1945), de Sergei Prokofiev, y Espartaco (1957), de Aram Khachaturian. También alcanzó notoriedad el sistema pedagógico ideado por Agrippina Vagánova.
fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_danza
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